LA SABIDURÍA DEL MIEDO Y LA FUERZA DEL DESEO

Danza contemporánea by Ariel Salgado on Unsplash

LA SABIDURÍA DEL MIEDO Y LA FUERZA DEL DESEO

Dos formas de energía que nos ponen en movimiento

Los objetivos que deseamos lograr determinan lo que sentimos, pensamos, hacemos y obtenemos.

Hay momentos en que sentimos que algo dentro de nosotros tira en direcciones opuestas. Una parte quiere avanzar, explorar, atreverse. La otra prefiere quedarse donde está, resguardada de lo incierto. Entre ambas fuerzas transcurre la vida: una nos protege, la otra nos impulsa. Ambas son necesarias, y cuando aprenden a escucharse sin imponerse, nos conducen a una forma más sabia de vivir.

Foto: Ariel Salgado on UnsplashDanza contemporánea by Ariel Salgado on Unsplash

El sistema evitativo representa nuestra capacidad de conservar la vida. Se activa cuando suponemos que algo amenaza con dañarnos. El miedo, el dolor o la anticipación de la pérdida son sus lenguajes. Gracias a él sobrevivimos como especie: nos advierte, nos hace precavidos, nos recuerda que no todo lo posible es deseable. Sin embargo, cuando domina, su sabiduría se vuelve tiranía. Vemos peligros donde hay oportunidades, percibimos el mundo desde la sospecha, y nos refugiamos en una prudencia que se vuelve cárcel. Nos protegemos tanto, que dejamos de vivir plenamente.

El sistema apetitivo, en cambio, se enciende con la curiosidad, el placer anticipado y el deseo de descubrir. Es la energía del movimiento hacia adelante, de la creación y del encuentro. Nos invita a mirar la vida como una posibilidad en expansión. Cuando predomina, sentimos que el mundo se abre: aparecen ideas, estrategias,
caminos. No niega el miedo, pero lo mira de frente y lo transforma en información útil.

Ambos sistemas nacen de la misma fuente: la energía vital que nos prepara para actuar. Lo que cambia es su dirección. El sistema evitativo moviliza la energía hacia la defensa; el apetitivo, hacia la exploración. En términos cerebrales, uno activa las redes del peligro y la huida; el otro, las del interés y la anticipación positiva.

Pero la madurez emocional no consiste en suprimir uno para dejar actuar al otro. Consiste en permitir que el deseo lidere y que el miedo acompañe. Cuando el deseo orienta, el miedo se convierte en prudencia, en cálculo, en previsión. Nos hace cautos sin volvernos cobardes. Así, el miedo deja de ser un obstáculo y se vuelve
parte de la estrategia para alcanzar lo que nos importa.

Vivir desde la sabiduría del miedo y la fuerza del deseo es un arte. Implica aprender a escuchar ambas voces sin dejar que una silencie a la otra. Si el miedo nos habla primero, podemos agradecerle su advertencia y preguntarle: “¿Qué quieres cuidar?”. Y si el deseo arde sin medida, podemos preguntarle: “¿Qué necesitas para
no quemarte?”. En esa conversación interior se cultiva la serenidad.

Piensa en cualquier decisión importante: asumir más responsabilidades en el trabajo, comenzar una relación, iniciar un proyecto. Siempre habrá una parte de ti que diga “ten cuidado” y otra que susurre “atrévete”. Escuchar ambas es señal de inteligencia emocional. Pero decidir cuál de ellas guiará el paso es señal de
sabiduría.


El miedo protege lo que valoramos; el deseo nos invita a expandirlo. Uno cuida la llama, el otro la hace crecer. Si vivimos solo desde el miedo, nos apagamos; si vivimos solo desde el deseo, nos consumimos. Pero cuando ambos danzan juntos, surge algo hermoso: la confianza lúcida. Esa energía tranquila que no niega los riesgos, pero tampoco renuncia a la vida.

Camilo Sabag
Contcto

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