DeMente Digital

   El enorme poder de procesamiento de la información que nos brindan las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) –Teléfonos inteligentes, computadoras que nos conectan a internet, videoconsolas para videojuegos, MP3, Tabletas, T.V. etc.- y los contenidos que fluyen por ellas constituyen hoy en día el mayor riesgo y la mayor oportunidad para nuestro bienestar sustentable. Que prevalezca uno u otra depende del uso que les demos.

   A partir de esta serie de reflexiones sobre el tema intentaremos normar los criterios básicos a partir de los cuales promovamos prácticas cotidianas responsables, en nuestras familias y fuera de ellas, para aminorar los riesgos y acrecentar las oportunidades de seguridad, salud, bienestar y felicidad.

ALGUNAS REFLEXIONES RELEVANTES

  • El uso intensivo e imprudente de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) -medios digitales- más el consumo irrestricto de algunos de los contenidos que fluyen a través de ellas –Violencia, prácticas sexuales irresponsables, noticias falsas, información irrelevante que parece importante pero que sólo distrae, etc.- pueden causarnos serios daños, tanto físicos, como psicológicos y sociales. Desde finales del siglo pasado comenzamos a enterarnos de algunos problemas de salud –insomnio, ligamentos inflamados, espasmos musculares crónicos, ojos irritados, etc.-, asociados al uso prolongado de computadoras personales. Las molestias causadas incluían también discusiones frecuentes con los miembros de la familia que se sentían afectados por tener que ceder tiempos de convivencia o tiempos para usar la única computadora en casa –La máquina se convertía en un implacable rival que impedía la intimidad entre las parejas o, en la manzana de la discordia entre hermanos-. 
  • Los problemas causados por el abuso de las computadoras personales se agigantaron cuando éstas incluyeron cada vez más videojuegos, cuando surgió la internet, y cuando el acceso a ésta se hizo portable, por medio de los Smartphone. Con ellos la tecnología digital se volvió invasiva: invadió nuestro salón de clases, nuestro espacio de trabajo, nuestras calles, nuestro auto, nuestra comida familiar, nuestras recámaras, nuestros baños, nuestro sueño, nuestras manos, nuestra imaginación y, nuestras relaciones amistosas o de pareja, en fin: invadió nuestro cuerpo- mente, y con ello, nuestra vida entera. 
  • Por muchas razones, las TICs mueven nuestras más irrefrenables pasiones. La posesión de alguno de esos aparatos se convierte en un deseo intensamente anhelado: como símbolo de estatus social; como icono que nos hace pertenecer a cierta subcultura; como elemento decorativo, por su bello diseño; o como herramienta multiusos que incluye, por cierto, ser una fuente de gratificación inmediata de la cual dependemos cada vez más. 
  • Estos aparatos tan bien diseñados para seducir y brindarnos rápidamente una identidad socialmente valorada, tienen el enorme poder de programar nuestras mentes para que despleguemos sencillas rutinas premiadas al instante, con reforzadores llamativos como lucecitas, colores brillantes, sonidos, melodías e imágenes atrayentes y muy gratificantes. Su programa de entrenamiento es tan efectivo que un niño pequeño, de pocos meses de vida, puede aprender las rutinas necesarias para interactuar con tan formidable “programador”. ¿Para qué? Para usarlo cada vez más tiempo, para más funciones, para consumir cada vez más los contenidos que fluyen a través de ellos. 
  • Con tal de poseer uno de estos artilugios “mágicos” y entregarnos a sus seductores placeres, somos capaces de “vender nuestra alma al diablo”, pagar cantidades enormes de dinero, destinar horas y horas de nuestra vida y darles, casi en exclusiva, el recurso más valioso de nuestra mente: nuestra atención. Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que por momentos, vivimos para ellos. 
  • Las redes sociales se han convertido en los nuevos foros de expresión e interacción. Hambrientas de nuestras historias, nuestras imágenes, opiniones y comentarios, son insaciables. Nos piden cada vez más. La enorme cantidad de contenidos que generamos y mostramos -muchas veces impúdicamente-, para el deleite de un ego cada vez más adicto a los “likes” de esta audiencia, atrapada en sí misma, se convierte en una peligrosa red que nos envuelve en un mundo de información aparentemente “relevante” que, pocas veces se convierte en reflexión seria y sostenida, de la que pudieran surgir conocimientos para vivir mejor. Es demencial lo que puede suceder dentro de estas redes. Seguramente no todo malo, pero ¿qué tan bueno es? ¿En qué condiciones vale la pena la cantidad enorme de recursos que gastamos navegando por este entramado de vínculos virtuales que no requieren de nuestro cuerpo presente? 
  • Tomando en cuenta que la mente no es una función del cerebro, como habitualmente se dice, sino una función de nuestro cuerpo entero, en íntima y estrecha relación con su entorno inmediato, el empobrecimiento resultante de pasar horas y horas “viviendo experiencias virtuales” -únicamente con el esfuerzo de un dedo deslizándose por la superficie del dispositivo digital o del mouse para hacer clic-, puede generar una demencia: una pérdida de poder de concentración, de memoria, de habilidades físicas, de aprendizaje, etc. que recrudece el ya de por sí grave sedentarismo iniciado hace años con la generalización y abuso de medios electrónicos como la T.V. Este sedentarismo que implica usar cada vez menos nuestro cuerpo representa un elevado costo biológico en el órgano que coordina nuestras percepciones y acciones: El Cerebro, que coordina nuestras funciones corporales, va perdiendo conexiones neuronales y probablemente conjuntos de redes neuronales que no se usan, porque no existe un cuerpo dinámico y activo al que tengan que mover. Estamos, en ese sentido, peor que antes. 
  • Al contrario de lo que se cree, no contamos, en la actualidad, con pruebas concluyentes a partir de las cuales podamos afirmar que las tecnologías digitales y el uso intensivo de internet mejoren nuestra capacidad de aprendizaje. Por el contrario, cada vez se acumulan más evidencias científicas que muestran cómo el abuso de estas tecnologías propicia una mente dispersa, superficial, impulsiva, poco empática etc. y que la gran cantidad de contenidos violentos y de prácticas sexuales riesgosas que trasmiten constituyen serios peligros para la formación psicosocial de los usuarios. 
  • Cada minuto, cada hora, cada día que pasa un niño o un joven frente a una pantalla, absorto y paralizado, está perdiendo oportunidades de enriquecerse, al conectarse de lleno a su entorno inmediato, explorarlo, conocerlo, manipularlo, transformarlo, etc. Cada momento que pierde interactuando con una máquina está dejando de conectarse con sus semejantes, cara a cara, cuerpo a cuerpo, emoción con emoción. Cuando estos efectos se acumulan, descubrimos que carecen de las habilidades sociales y de inteligencia emocional que tuvieron que haber aprendido al vincularse en tiempo real, con personas de carne y hueso y de cuerpo presente. 
  • Estos efectos insospechados nos tomaron por sorpresa. Necesitamos reaccionar con rapidez, inteligencia y un sentido ético para diseñar políticas, reglamentos, modelos de buenas prácticas, etc. que nos permitan aprovechar al máximo las oportunidades que nos brindan estas poderosas herramientas, reduciendo al mínimo los riesgos que su abuso implica. Lo lograremos por medio de la interacción más significativa que podemos establecer los seres humanos: La Conversación. Nos urge conversar más, dialogar sobre este tema, a profundidad, de manera comprometida y audaz, para construir entre todos los nuevos significados que nos permitan sacar provecho de estas nuevas tecnologías de manera elegante; es decir, logrando más con menos: más conocimientos en el menor tiempo posible, con información bien seleccionada y ordenada para ser transformada en conocimientos que nos ayuden a vivir más y mejor, en convivencia armónica con los demás. 
  • Pensando en delinear los usos y costumbres más adecuados de las Tecnologías Digitales, podemos hacer un recuento de los beneficios que deberá aportarnos este nuevo ámbito por el que transcurren nuestras vidas. Estas tecnologías:
    • Deberán contribuir a la sustentabilidad, entendiendo ésta como la conservación y promoción de la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, comenzando con la vida humana, más específicamente, la de nuestro cuerpo viviente. Es decir: el uso de las TICs debe de ayudarnos a conservar y promover nuestra salud, definida por la Organización Mundial de la Salud como “El logro del bienestar biopsicosocial”.
    • Deben contribuir a la formación y mantenimiento de vínculos humanos amorosos, solidarios, dialogantes, creativos y de “cuerpo presente”. Vínculos que generen las condiciones socioeconómicas necesarias y suficientes para construir una sociedad con altos índices de bienestar; más igualitaria, justa, próspera, sana y feliz.
    • Deben propiciar y promover en los usuarios la reflexión profunda y sostenida a través de la cual se elaboran los conocimientos más trascendentes, incluyendo los aspectos metacognitivos que nos permiten pensar en nuestro propio pensamiento y aprender a aprender. 
  • Es urgente la intervención directa de “Mediadores” -intermediarios culturales representados por padres, maestros, expertos, líderes de opinión- que guíen a los usuarios en el uso de estas poderosas herramientas, ensañándoles las mejores prácticas; las más sustentables, socialmente responsables y creativas. Quienes nos sintamos con la responsabilidad de asumir este liderazgo debemos diseñar y proponer un sistema de disciplina amigable, centrada en el bienestar y armonía entre autoridades y subordinados, que regule el uso de las TICs y promueva, más que la obediencia, la responsabilidad de los usuarios, para no abusar de las tecnologías digitales, ni de ninguna otra herramienta. Todo esto, por supuesto, dentro de un marco ético que nos inspire a cuidarnos, cuidar a los demás y cuidar nuestro entorno.
  • Para contrarrestar los efectos adversos por el abuso de las tecnologías digitales proponemos                 fortalecer las redes que, en verdad nos hacen más inteligentes:
    • Las redes sociales establecidas a través de interacciones de cuerpo presente, cara a cara, con una mirada atenta a la mirada del otro –conexión que amplifica la sintonía emocional necesaria para comunicarnos de manera empática-. Interacciones que generan una mente compartida más poderosa que la que individualmente podemos ejercer.
    • Las redes neuronales que se van configurando cuando vivimos cotidianamente conectados, de manera orgánica y activa, a nuestro entorno inmediato, desplazándonos dentro de él jugando, bailando, cantando, experimentándolo plenamente con nuestros cinco sentidos, ejercitando nuestra motricidad gruesa y fina al usar nuestras extremidades, nuestras manos con todos nuestros dedos (Por cierto, “Digital” se refiere al uso de los dedos), etc.
    • Enriqueciendo las redes de significados generados por nuestra cultura a través de conversaciones respetuosas y audaces; lecturas diversas, de preferencia en libros de papel; elaboración de nuestros propios textos –con letra manuscrita, preferentemente- ; la práctica de alguna actividad artística; y cultivando un estilo de vida basado en el pensamiento filosófico y científico, que va más allá de mitos y dogmas, utilizando la duda sistemática, la experimentación y la generación y comprobación de hipótesis para configurar los conocimientos que nos permiten vivir más y mejor.
  • Revalorar algunas tecnologías milenarias en desuso, convirtiéndolas en los medios más poderosos para sacarle el mayor provecho a las tecnologías digitales:
    • El uso de números para medir y controlar mejor nuestra interacción con la tecnología digital (Contar el tiempo en que la usaremos, identificar los momentos en que nos conectaremos y desconectaremos de ella, la cantidad de fuentes de información y de unidades de información que recolectaremos, La cantidad de mensajes que enviaremos y recibiremos o contestaremos, la cantidad de dinero que será sensato invertir en ella, etc.)
    • La escritura y los dibujos con pluma o lápiz en mano, elaboración de prototipos como maquetas, esculturas, modelado en plastilina, etc.
    • La Disciplina para la responsabilidad como herramienta de control social y autorregulación.
    • Respirar ConCiencia como técnica básica de metacognición (para disciplinar nuestra atención) y regulación afectiva (para controlar nuestros estados de ánimo y absorber los efectos adversos del estrés acumulativo.
    • Buenos hábitos de sueño.
  • Diseño de políticas y reglamentos que nos lleven a mantener las mejores prácticas
    en el uso de la tecnología digital como:
    • Su uso con objetivos específicos, pertinentes, observables y medibles.
    • Uso sólo en ciertos momentos del día.
    • Usarlas el menor tiempo posible.
    • Usar fuentes de información confiables.
    • Recordar que internet es un espacio público. No compartir información privada o íntima. (Los niños y jóvenes, sobre todo, deben usarla en espacios públicos, nunca en el baño o en sus cuartos).
    • Respetar las restricciones por edad de los contenidos consumidos.
    • Usar esta poderosa tecnología siempre dentro de un marco ético: “Para cuidarme, cuidar a los demás y cuidar el medio ambiente”.
    • Denunciar a quien haga mal uso de estas tecnologías.

  La tecnología “Digital” nos sitúa sin duda en los albores de un nuevo mundo. Tomemos conciencia de ello y habitémoslo de manera sustentable. Nuestra sana convivencia depende de ello.

Camilo Sabag

BIBLIOGRAFÍA

Carr, Nicholas. (2010), SUPERFICIALES: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? México, Taurus. (2010).
Spitzer. Manfred. (2012), Demencia Digita: El peligro de las nuevas tecnologías. (2013). España. Ediciones B. (2013).

Entradas relacionadas

Enviar Mensaje