La aparición de este nuevo organismo elemental que necesita nuestras células para seguir existiendo, al ser replicado por ellas, está provocando cambios extraordinarios y vertiginosos que nos desconciertan.
Ante el descontrol experimentado, muchos han recurrido a viejas fórmulas narrativas con las que intentan dar sentido a los acontecimientos: “Estamos en guerra.” La presencia del enemigo que quiere despojarnos, lastimarnos y matarnos justifica el miedo, la ira y la tristeza. Para otras personas, la historia de “expiación por los pecados cometidos” y las malas intenciones de “espíritus malignos”, explica todo. Hay quienes sospechan que esta pandemia fue diseñada por mentes perversas que intentan apropiarse de nuestras riquezas y esclavizarnos como rebaño de ovejas.
Cada una de estas historias son intentos de organizar lo que sentimos, pensamos y hacemos. Ordenan nuestras interacciones, expectativas y actitudes.
Dependiendo de cómo definamos el problema, se nos ocurrirán las soluciones posibles.
También hay otras maneras de contar esta historia: “La globalización moderna alcanzada por los avances tecnológicos incontenibles, tiene consecuencias”. Una de ellas, es la facilidad e inmediatez con la que nos conectamos y comunicamos, no sólo nosotros los humanos, sino también todos los demás seres con los que compartimos estrechamente nuestra existencia, incluyendo este nuevo virus. Vista así, esta pandemia es un problema de adaptación a las nuevas circunstancias que emergen de nuestro anhelado progreso. “Ten cuidado con lo que deseas, porque se puede hacer realidad.”
Si hemos sido audaces e inteligentes para crear la realidad en la que vivimos, seámoslo también para sobrevivir, crecer y evolucionar a partir de ella.
En lugar de victimizarnos por ser atacados o traicionados, hagámonos responsables de nuestro bienestar. Utilicemos de manera efectiva y eficiente, con elegancia, todos los recursos disponibles para superar esta crisis en la que nosotros mismos nos metimos, y aprendamos en el intento.
Camilo Sabag