EL HOGAR NUESTRO DE CADA DÍA

  Las crisis son momentos propicios para activar recursos extraordinarios que conservamos como potencial, en nuestros cuerpos palpitantes que sienten y reaccionan. Esta crisis es gigantesca, desconocida; también las oportunidades que encierra. Nos arrojará a un futuro incierto, lo cual, en un primer momento, nos paraliza de terror. Pero ¿Podría ser esta crisis el inicio de una nueva vida, mucho mejor que la que nos trajo a este despeñadero? ¿Podrá ser esta crisis la sacudida que necesitábamos para aprender a vivir mejor? lo cual, como estamos viendo, implica convivir mejor con todos los demás seres con los que compartimos la enorme fortuna de existir.

   Aprovechemos este evento biológico que desató una crisis sanitaria de proporciones mundiales y un cataclismo económico y social todavía no bien dimensionado, para sembrar la semilla de una nueva vida.

NUESTRA CASA COMO ESTRATEGIA

   Quédate en casa es el nombre de la estrategia que, quizás sin proponérselo, pone en el centro de nuestro universo este espacio vital primigenio: nuestra casa.

   Como los animales silvestres que saben vivir por puro instinto, necesitamos una madriguera segura, confortable y adecuada para descansar, protegernos, alimentar y cuidar a nuestras crías. Como otras especies, tenemos que trabajar para encontrar y acondicionar ese nido de amor que permite la supervivencia y el crecimiento.

   Los nidos humanos, a diferencia de los de otras especies, guardan en su interior un elemento poderoso al que otros animales le temen: el fuego. Nosotros lo conquistamos y lo atesoramos, convirtiéndolo en la tecnología que ha configurado una nueva forma de vida, que se ha extendido por toda la tierra: La cultura humana.

   La hoguera ancestral con la que iniciamos el largo camino de nuestra historia es la que le puso nombre a nuestra guarida: Hogar.

   La configuración del hogar ha evolucionado a lo largo de nuestra historia; desde la caverna hasta los grandes rascacielos, pasando por las chozas, casas, poblados y ciudades; su naturaleza ha determinado nuestra cantidad y calidad de vida, nuestras formas de interactuar y de producir más o menos bienestar.

TAREAS DEL HOGAR

   La mayoría de las personas no hacemos las tareas del hogar porque alguien nos pagará un sueldo, o porque obtendremos utilidades por ello; las hacemos por la seguridad y el confort que nos aportan y por ofrecerle los mismos beneficios a los seres queridos con los que compartimos este espacio vital –incluyendo mascotas, plantas y objetos que apreciamos-. Son la forma más elemental de cuidarnos, cuidar a los demás y cuidar nuestro entorno.

   Sacudir, barrer, trapear, lavar nuestra ropa, asearnos, adquirir, almacenar, conservar y elaborar nuestros alimentos, lavar los utensilios de cocina y con los que comemos y, ahora, estudiar y trabajar a distancia a través de las nuevas tecnologías digitales, son tareas vitales que tendremos que desempeñar conviviendo en armonía, con un sentido lúdico, que convierta dicha convivencia en algo útil, divertido, interesante, pero sobre todo, seguro.

   Cada una de las tareas del hogar, desde las más sencillas hasta las más complicadas, son excelentes oportunidades para enseñar y aprender principios básicos de física, química, biología, matemáticas, geografía, historia, civismo, etc. y para desarrollar habilidades de trabajo en equipo, administración de recursos disponibles, planeación, manejo de conflictos, manejo de crisis, solución de problemas, etc. Para nosotros, papás y mamás, son experiencias óptimas por medio de las cuales podremos educar para la vida.

CONVIVENCIA EN EL HOGAR

   La convivencia familiar dentro del hogar, en condiciones adversas, por el mismo descuido que durante años infligimos a nuestro espacio vital primario, es el lugar más adecuado para revalorar todas las tareas de intendencia, de autocuidado y de cuidado a nuestros seres queridos, que abandonamos, por creer que los saberes más dignos y progresistas eran los que nos permitían ganar un salario u obtener utilidades. Creímos que el trabajo con fines de lucro era superior al trabajo que reproduce el hogar nuestro de cada día. Diseñamos nuestra economía y nuestras ciudades con esa lógica equivocada y ahora estamos sufriendo las consecuencias. Pero podemos rectificar.

CRISOL DE UNA NUEVA CULTURA

   En el siglo XXI, el hogar nuestro de cada día, en el que conviven las tareas ancestrales más básicas con las nuevas actividades online, puede convertirse en el crisol donde, al calor de las intensas emociones que estamos viviendo y bajo la presión del confinamiento forzado y la escases de recursos que se avecina, encontraremos la amalgama perfecta para una sociedad más igualitaria, más justa, más próspera y más feliz.

   El abuso de las tecnologías digitales es un riesgo que nos tomó por sorpresa. La demencia digital, o pérdida de ciertas habilidades básicas de la mente como la concentración plena, la memoria y la capacidad de llevar a cabo procesos reflexivos complejos, junto con el conjunto de síntomas físicos como el síndrome del ojo reseco, las contracturas musculares en dedos, cuello y espalda, la obesidad creciente y un sinfín de malestares a los que nos hemos habituado –y que causan diariamente muchas más muertes que las del covid-19-, es otro tipo de pandemia que ya padecíamos. Ahora que dependemos como nunca de estas tecnologías para estudiar y trabajar a distancia, tenemos la oportunidad de valorarlas como herramientas de trabajo e investigación, más que como espacios de diversión de los que abusamos hasta niveles delirantes.

   Aprendamos a ser usuarios inteligentes de la tecnología digital, para que nos brinde todas las oportunidades posibles sin exponernos a extraviarnos para siempre en el ciberespacio. Usemos esta tecnología con propósitos específicos, en momentos específicos y lo más pronto posible. La vida plena está fuera de las pantallas. Tomemos conciencia de que mientras estamos conectados a nuestros dispositivos, estamos desconectados de nuestro entorno inmediato y de las personas que están a nuestro alrededor.

REVOLUCIÓN CULTURAL DESDE LA FAMILIA

   Estos son momentos propicios para la reflexión en familia. Necesitamos poner en duda ciertas creencias en las que confiamos ciegamente y comenzar a escuchar voces diferentes que fueron ignoradas o silenciadas violentamente durante mucho tiempo. Tenemos que hablar. Nos urge intercambiar ideas y sentimientos, compartir nuestra subjetividad y amalgamar un nuevo conjunto de ideas, creencias y valores que estén orientados por la bioética: La vida como prioridad.

   Iniciemos una revolución cultural que tenga como centro el hogar nuestro de cada día y expandamos esta idea a nuestro barrio o nuestra colonia, nuestra escuela y nuestro trabajo, nuestra ciudad, nuestro estado, nuestro país y nuestro mundo. Trabajemos en armonía para reproducir a todos niveles el hogar nuestro de cada día.

Los liderazgos que encabezarán esta revolución cultural serán, en primer lugar, los de los padres y madres de familia. Ustedes, nosotros, tanto en nuestras tareas en la familia como en los roles profesionales que desempeñamos en la sociedad propiciemos las mejores condiciones para la vida.

   No olvidemos que los buenos liderazgos requieren buenos seguidores. Apoyemos también las iniciativas que otros líderes nos propongan y con un espíritu de colaboración, las mejores prácticas de comunicación y el pensamiento crítico compasivo, audaz y creativo, hagamos emerger LiBiUn Liderazgo para el bienestar universal.

   Por último, recuerda que la vida, con toda su riqueza y complejidad, está fuera de esta pantalla por la que nos estamos viendo. No te quedes atrapado en el ciberespacio. Desconéctate de tu dispositivo y sal a vivir la vida plena.

¡Hasta la próxima!

Camilo Sabag

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