Amplificadores poderosos de la mente, las palabras ensanchan nuestros horizontes. A través de ellas podemos pensar en seres y situaciones que no están aquí ni ahora. Podemos invocarlos, despertarlos de su largo sueño y hacerlos realidad.
Gracias a las palabras que hablamos compartimos lo que sentimos y pensamos. Nos conectamos de inmediato al escuchar nuestro nombre o el de un ser querido. Soñamos juntos siguiendo los caminos que toma una conversación y compartimos así recuerdos, fantasías, preocupaciones y anhelos.
La palabra escrita consolida nuestra memoria. La extiende a través del espacio y el tiempo. Dibujadas sobre la blanca hoja o brotando de una pantalla, las palabras escritas se convierten en plataformas para iniciar el vuelo de la imaginación.
Estos intermediarios verbales son puentes entre la experiencia vivida y la vivencia recordada, pensada, reflexionada, interpretada o anticipada. Son precursores de la acción, preludios de lo que vendrá; semillas de objetos, seres y situaciones que aún no existen pero que tarde o temprano brotarán impulsados por el poder que nos dan nuestras palabras.
Ya sea hablada o escrita, el uso de la palabra implica totalmente nuestro cuerpo; cuerpo que siente y que se mueve. Hablar, escuchar, escribir y leer son acciones complejas que requieren coordinación, fuerza, elasticidad, ritmo y armonía de las diferentes partes de nuestro cuerpo, y de éste con los cuerpos de otros seres con los que compartimos la existencia.
Como hechiceros conocedores de los más grandes misterios de la vida y la muerte somos capaces de invocar criaturas del cielo o del infierno con solo nombrarlas.
Las palabras sacuden nuestras pasiones. Con ellas podemos detonar explosiones destructivas, pero también evitarlas. Con la palabra adecuada podemos mitigar el dolor, despertar curiosidad o alegría y regular con elegancia la energía e información que necesitamos para sobrevivir, crecer y evolucionar.
A través de las palabras podemos tejer narraciones que nos describan un mundo mejor, una posibilidad que, mientras la platicamos es solo imaginaria, pero que podría hacerse realidad si hacemos lo necesario para que suceda.
Acostumbrarnos a narrar nuestra vida y circunstancias con palabras adecuadas, de manera optimista, generaría de inmediato un agradable bienestar que sería la base sobre la cual pudiéramos construir una mejor realidad.
Decir y escuchar palabras cariñosas, expectativas alentadoras y elogios bien fundamentados puede dar a nuestra experiencia cotidiana un matiz de bienestar que hará más probable el tipo de conductas necesarias para vivir mejor.
Señalar errores, poner límites que nos guíen y nos protejan o incluso negarnos a dar, recibir o hacer algo que no queremos o no debemos, puede ser expresado también en términos positivos, al acompañar y complementar los aspectos negativos involucrados en el asunto discutido, con otros más positivos y agradables.
Ejemplos:
- En lugar de solamente decir “No puedo darte lo que me pides” podemos decir “Puedo darte lo que me pides solamente en tales o cuales circunstancias”. O “Puedo darte algo diferente que también pueda satisfacer tu necesidad. ¿Qué necesitas?”.
- En lugar de solamente decir “No estás trabajando el tiempo suficiente” podemos decir además “Cuando completes tantas horas de trabajo te vas a sentir menos presionado y vas a hacer mejor tu trabajo, exponiéndote menos a errores”. O “Para permanecer en este puesto necesitas trabajar esta cantidad de tiempo para obtener estos resultados. ¿Contamos con tu compromiso para lograrlo?”
- En lugar de solamente decir “Si no sirves para este trabajo mejor te vas” podemos decir “Si haces bien tu trabajo nos va a enriquecer mucho tu presencia en la organización. Puedes ser parte de ella si cumples con tu responsabilidad”. O “Necesitamos tu compromiso y un excelente trabajo de tu parte. Creemos que lo puedes hacer bien si sigues nuestras indicaciones y te dejas ayudar. ¿Contamos con tu compromiso?”
EJERCICIO: Elabora al menos cinco ejemplos de maneras positivas en que puedes expresar aspectos negativos de diferentes ámbitos de tu vida.
Camilo Sabag