Presentimiento

Piel de gallina

“Tu cerebro es un órgano de predicción: constantemente fabrica la realidad que percibes y con ella, las emociones que experimentas.”
– Lisa Feldman Barrett

Imagen editada con Gemini

Antes de que algo suceda, ya lo estamos sintiendo. Nuestro cuerpo no espera a que el mundo lo toque para reaccionar: se adelanta. Como si el tiempo emocional tuviera siempre un pie en el futuro, las sensaciones y emociones que experimentamos son —como propone Lisa Feldman Barrett— predicciones corporales que intentan anticipar lo que está por venir. No sentimos el mundo como es, sino como esperamos que sea.

Durante mucho tiempo se pensó que el cerebro respondía pasivamente a los estímulos: que algo pasaba afuera, y entonces nosotros sentíamos adentro. Pero los hallazgos de la neurociencia contemporánea han invertido este modelo. Hoy sabemos que el cerebro no reacciona, sino que predice. Es un órgano de anticipación. En cada instante, crea simulaciones del mundo a partir de la experiencia pasada, y ajusta esas simulaciones a lo que perciben los sentidos.

Así, una emoción —desde la alegría hasta el miedo— no surge porque algo ocurrió, sino porque nuestro organismo anticipa una necesidad y prepara al cuerpo para afrontarla. Feldman Barrett lo explica con claridad: “El cerebro construye el mundo emocional del mismo modo que construye el mundo visual: no a partir de lo que entra, sino de lo que espera que entre.”

El cuerpo, entonces, siente lo que imagina. Cada músculo, cada víscera, participa en esa adivinación constante que nos mantiene vivos.

Lawrence Barsalou amplía esta idea con su teoría de la cognición corporeizada. Cuando pensamos, recordamos o comprendemos algo, no manipulamos símbolos abstractos en un vacío mental, sino que reactivamos patrones sensoriales y motores del cuerpo. Pensar es simular corporalmente una experiencia. Cuando imaginamos un limón, por ejemplo, no evocamos una palabra, sino un conjunto de sensaciones: la textura rugosa, el olor ácido, la salivación que comienza.

De igual forma, cuando anticipamos una conversación difícil o un encuentro amoroso, el cuerpo ensaya posturas, tonos, gestos. La emoción es ese ensayo corporal que simula lo que podría pasar. En este sentido, las emociones son hipótesis encarnadas: predicciones sobre las interacciones posibles entre el cuerpo y su entorno.

Pensamiento narrativo y poético

El pensamiento narrativo y el poético son dos modos privilegiados de reconfigurar nuestras anticipaciones. Ambos permiten modificar los significados con los que el cerebro predice el mundo, y por lo tanto, las sensaciones mismas.

Cuando contamos una historia, reordenamos los sucesos en una secuencia de sentido. No relatamos lo que fue, sino lo que creemos que significó. Al narrar, reentrenamos al cerebro para anticipar de otra manera. Por eso las narrativas personales —esas historias que decimos sobre quiénes somos— moldean directamente nuestra experiencia emocional. Si me cuento que “todo me sale mal”, mi cuerpo anticipará peligro; si me narro como alguien que aprende de cada tropiezo, mi cuerpo anticipará crecimiento.

El pensamiento poético va aún más allá. En lugar de ajustar el cuerpo a lo previsible, lo abre a lo imprevisto. La metáfora poética —decir el corazón es un animal que recuerda— no solo es un juego verbal: es una invitación a sentir el corazón de otro modo, a reorganizar los patrones corporales del sentir. La poesía ensancha el rango de nuestras simulaciones, permitiéndonos habitar el mundo con una sensibilidad más rica, menos determinada por lo que ya sabemos.

La emoción como creación

Construimos nuestras sensaciones y emociones como quien compone una sinfonía de anticipaciones. Nuestro cuerpo, en diálogo con la cultura y el lenguaje, no solo responde a lo vivido: lo inventa.

Comprender esto nos da poder y responsabilidad. Podemos entrenar nuevas anticipaciones mediante nuestras palabras, nuestras historias y nuestras metáforas. Cada pensamiento narrativo y poético es, en el fondo, un laboratorio emocional.

Quizás por eso escribir, leer o conversar con profundidad nos transforma: porque al hacerlo, modificamos las predicciones con las que sentimos la vida. Somos cuerpos que imaginan, narran y poetizan el futuro para poder habitar el presente.

Camilo Sabag
Contcto

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