“Yo también te amo, vida mía”. Estas fueron las palabras que nunca pudo leer Brenda en su WhatsApp. El pulgar de Ángel no llegó a pulsar el botón que enviaría su último mensaje amoroso directo al corazón de su amada. No recuperaron su celular de las cenizas.
Desde niño Ángel hizo honor a su nombre por su trato gentil y su sonrisa franca. Siempre dispuesto a convivir y ayudar a los demás se ganó de manera natural el cariño de familiares y amigos.
Su padre, operador de transportes foráneos, fue el modelo a seguir. Su héroe. Terminando la prepa, con mucha ilusión realizó todos los estudios, las prácticas y los trámites necesarios para convertirse también en un operador.
En sus inicios, como buen marinero, tenía un amor en cada puerto, hasta que conoció a Brenda. Desde ese momento ella fue el eje alrededor del cual giraba su vida entera. Entrelazaron sus manos y sus destinos para siempre, procreando tres hermosos hijos.
Soportó todos los sacrificios que impone el estilo de vida de un operador de buses foráneos porque este noble oficio le permitía ser un buen proveedor para su familia. Pero, además, porque estaba consciente de que a través de su trabajo acercaba a las personas con sus seres queridos, sus metas y sus anhelos. Sabía que la vida de los pasajeros estaba en sus manos. Asumía con gusto esa enorme responsabilidad. Se sentía orgulloso al recordar lo que le dijo una señora de tierna voz y dulce mirada, cuando escuchó su nombre antes de emprender el viaje “Qué suerte, usted es nuestro Ángel de la guarda”.
La noche anterior habían reñido. Ni siquiera se despidieron cuando él salió a trabajar. En la rutina, a veces soporífera, de la carretera, Ángel pasó del frío desprecio e indiferencia iniciales hacia Brenda, a sentir el infierno de los celos -siempre infundados- que con la distancia lo atormentaban. Por eso el mensaje de reconciliación de su amada aceleró su corazón. Las palabras cariñosas con que ella se acercaba de nuevo a él sonaron como música celestial para su alma. Pretendió contestarle de inmediato con la urgencia que dan el ansia y la alegría del reencuentro.
El funeral fue muy triste. Sus compañeros pronunciaron palabras de admiración y de consuelo. Para Brenda y sus hijos sólo queda su recuerdo y la sensación de que cuando menos, ahora tienen un Ángel en el cielo.
Camilo Sabag