Las revoluciones tradicionales son negativas, y buscan mejorar la sociedad a través de la definición de enemigos, que deben ser odiados, atacados y vencidos.
La revolución positiva no tiene enemigos. La revolución positiva no cuenta con una dirección central ni con un dogma. La revolución positiva se basa en las personas como individuos, en sus actitudes y en sus percepciones.
Todos pueden convertirse en miembros de la revolución positiva. Los individuos pueden trabajar por su propia cuenta, o reunirse en grupos para utilizar el poder de la organización a fin de que sus contribuciones sean más efectivas.
Al igual que cuando llueve, las pequeñas contribuciones se reúnen para conformar un río poderoso que, con el tiempo, da forma al paisaje.
La revolución positiva debe disfrutarse a medida que ocurre. No constituye un sacrificio para alcanzar una meta final, sino que consta de pasos positivos y constructivos, que, uno después del otro, permiten ir avanzando. Cada uno de los puntos alcanzados es una meta que fija un objetivo nuevo.
Los símbolos de la revolución positiva son el color amarillo y el perfil de la mano con los dedos abiertos.
Las manos siempre nos acompañan para recordarnos los principios de la revolución positiva.
La revolución positiva emplea la percepción en vez de balas y bombas. La percepción cambia los valores y la forma en que vemos a las personas. Para ayudar a la percepción, creamos un marco de referencia con clasificaciones. De este modo, podemos ver a las personas a través de dicho marco de referencia. Existen cuatro categorías positivas y cuatro categorías negativas, con una categoría neutra en medio:
Categoría uno: Líder y organizador. No sólo contribuye, sino que posibilita que los demás contribuyan de modo positivo y efectivo.
Categoría dos: Personas que contribuyen en gran medida, pero sin el valor multiplicador de la categoría uno.
Categoría tres: Trabajador, gran colaborador y útil. Motivado. Pone todo su empeño, aún cuando su contribución no sea de gran magnitud.
Categoría cuatro: Positivo, agradable, cordial y alegre. Hace bien su tarea, y es agradable tenerlo cerca. No es muy eficiente, o no está motivado para serlo.
Categoría cinco: Neutro y pasivo. Contento de moverse por inercia, sin continuidad. Llena su tiempo con placeres y distracciones.
Categoría seis: Crítico, negativo y destructivo. Este tipo de persona utiliza su inteligencia para atacar, en vez de construir. Puede tener buenas intenciones.
Categoría siete: Comportamiento totalmente egoísta. Esta persona no busca herir a los demás, pero sólo se ocupa de sus propios intereses.
Categoría ocho: El agresivo que utiliza su poder para obtener lo que quiere de los demás. Explotación deliberada de otras personas.
Categoría nueve: El psicópata que no tiene ningún respeto por los derechos o la existencia de los demás. No tiene ni moral ni conciencia.
El poder de la revolución positiva nacerá de las actitudes positivas y constructivas, junto con el énfasis puesto en la efectividad. El poder también nacerá del ejercicio de la percepción a fin de cambiar los valores. El poder final nace del alineamiento de todos estos elementos en un número creciente de personas, que sienten que la pasividad y la negatividad no son las mejores formas de avanzar hacia un futuro mejor.
El poder no es sólo el poder de un grupo de personas, sino el poder personal que surge de ser positivo y constructivo.
Elaboración de esta síntesis: Camilo Sabag