Familias resilientes

“La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la

prosperidad hubieran permanecido dormidos”

Horacio

 

Resiliencia es una palabra con la que originalmente nos referimos a las cualidades de un tipo de materiales que soportan la presión y el estrés sin romperse; su estructura les permite tener memoria y regresar a su forma original cuando la presión termina. Un resorte de acero, una liga, un globo de látex o una pelota de ping-pong que rebota al caer, son ejemplos de objetos hechos de materiales resilientes. Importado de la ingeniería, sirve como metáfora en las ciencias humanas para referirse a ciertas características que surgen en medio de la adversidad y permiten, a las personas resilientes, superarla.   La metáfora del globo que se expande por la presión del aire y de la liga que se estira sin romperse, se queda corta ante la maravilla de la resiliencia en los ser vivos; al soportar la presión y superar la adversidad, no sólo tenemos la capacidad de regresar a nuestra forma original, sino que podemos además crecer y evolucionar a mejores condiciones que las que teníamos antes y durante la crisis superada. Tener resiliencia es ser capaces de resistir y de rehacernos.

PARA DESARROLLAR NUESTRA RESILIENCIA

En medio del terrible cataclismo que padecemos a causa de la pandemia por la Covid-19, y por los errores de liderazgos egoístas y arrogantes, es bueno saber cómo fomentar la resiliencia en nuestras familias, para que éstas se conviertan en el eje de una revolución cultural que nos catapulte a un mundo mejor; más justo, más biodiverso, más sustentable y pleno de bienestar.   Para que la familia desarrolle la resiliencia que nos permitirá salir fortalecidos de esta crisis debemos seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la salud para limitar los contagios y las consecuencias graves de la enfermedad, además, debemos cuidar tres aspectos fundamentales de la convivencia familiar: nuestras creencias, nuestra forma de organización y nuestra manera de comunicarnos. 

Creencias que generan resiliencia. Nuestras creencias más arraigadas determinan cómo viviremos estos tiempos difíciles. Hay creencias limitantes que nos atrapan, y creencias liberadoras que abren nuevas y mejores opciones. ¿En qué creemos las familias resilientes? Creemos firmemente que esta pandemia es un desafío por superar, una oportunidad de crecer y evolucionar, una circunstancia que fortalecerá nuestras capacidades de supervivencia y de aceptación de lo que no podemos cambiar. Mejorará nuestra habilidad para resolver problemas y aprender. Aumentará nuestra perseverancia, nuestra solidaridad y enriquecerá nuestra espiritualidad.

   Estamos convencidos de que la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, daña y debilita, por ello, nos comprometemos a erradicarla, y convertir nuestro hogar en el lugar más seguro para ser y estar. Gestionamos los conflictos de manera pacífica, audaz y creativa. Creemos que cada una y cada uno de los integrantes de nuestra familia somos corresponsables del bienestar compartido y de extender dicho bienestar a nuestra comunidad, pues fortaleciéndola a ella, nos fortalecemos.

Sabemos que somos la vida evolucionando y que juntos superaremos cualquier adversidad.

Formas de organización que nos hacen resilientes. Trabajamos para cuidarnos, cuidar a los demás y cuidar nuestro entorno. Distribuimos justa y equitativamente los quehaceres cotidianos para mantener el hogar seguro, limpio, confortable y funcional. Todas y todos nos esforzamos con alegría y entusiasmo para lograr más con menos, pues usamos de manera elegante los recursos disponibles; más que competir por ellos, los compartimos, generando así las mejores condiciones materiales y logísticas que permitan llevar a cabo, además, el estudio y el trabajo desde casa, que, al parecer, llagaron para quedarse un buen tiempo. Nos divertimos jugando y colaborando.

La comunicación que nos fortalece. Para pensar mejor, soñar juntos y coordinar nuestros esfuerzos de manera tal que muchos de nuestros sueños los hagamos realidad, conversamos honesta y abiertamente, en la medida de lo posible -por la necesidad de sana distancia- cara a cara y con frecuencia -lo que implica no abusar de los dispositivos digitales-. Expresamos de manera franca y respetuosa una amplia gama de sentimientos, nos hacemos responsables de ellos y del efecto que causan en los demás. Escuchamos de manera atenta, respetuosa y empática.

   Atendemos nuestro malestar y el de los demás, convirtiéndolo en señal que nos guíe y energía que impulse las acciones necesarias para regresar de nuevo al bienestar. Cultivamos un sentido del humor respetuoso.

   Gozamos la vida cuidándola a través de hábitos saludables de alimentación, de higiene y de sueño. Disfrutamos una vida menos sedentaria y más activa que nos permita desarrollar cuerpos fuertes y flexibles; base de nuestra resiliencia. Todo lo anterior lo hacemos porque nos guía, nos protege y nos impulsa el amor: la manifestación de energía más poderosa del universo conocido.

Camilo Sabag

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