ALEGRÍA EN LA ADVERSIDAD

Análisis de los factores que mantienen emociones positivas en situaciones adversas

EMOCIONES POSITIVAS, SALUD Y FELICIDAD

   Si bien es cierto que debemos resaltar los beneficios de las emociones positivas, tanto para el logro de la salud como para el logro de una vida percibida como más feliz, no debemos caer en el error de creer que la generación de dichas emociones o estados mentales, por sí sola, pueden beneficiarnos. Muy por el contrario, pueden ser muy riesgosas si aparecen como elementos distractores que nos lleven a negar problemas reales que generan emociones desagradables. Recordemos que todas las emociones, por agradables o desagradables que sean, pueden ser recursos, cuando están bien moduladas y utilizadas.

   Cuando estemos en medio de una crisis, por supuesto que sentiremos dolor, angustia, enojo, o cualquier otra sensación o emoción desagradable, sin embargo, podemos, a pesar de dichas circunstancias, y sin negar las emociones o sensaciones desagradables, sino, justamente a partir de ellas, despertar emociones positivas que nos ayuden a sortear el problema en cuestión. Quien busca constantemente sentirse feliz y sin preocupaciones; quien no valora las emociones y sensaciones desagradables, como elementos necesarios para la adaptación y la supervivencia; quien sólo valora la alegría y el placer, posiblemente esté menos preparado para enfrentar una crisis.

   Podemos mantener estados emocionales positivos incluso en situaciones adversas, aunque no cualquier estado emocional positivo y no de cualquier manera, sino aquellos que aumenten nuestra resiliencia y nos permitan aprender y crecer a partir de la adversidad. Más aún, las emociones positivas son indispensables para resistir y rehacernos, para predecir y producir el futuro deseado.

EL PROCESO DE AFRONTAR LA ADVERSIDAD

   El concepto clave para entender la capacidad de un individuo para adaptarse a la adversidad es la calidad de su interacción con el entorno, que se plasma en cómo la persona percibe –evalúa- la situación y en cómo la afronta. La evaluación cognitiva es una categorización continua de los acontecimientos y sus diferentes facetas respecto a su significado para el bienestar de cada individuo. Es decir: el grado de estrés depende de la perspectiva, las metas y los valores de cada persona.

   Ante cualquier acontecimiento en la vida realizamos dos tipos de evaluación, la mayoría de las veces, inconsciente: la evaluación primaria y la evaluación secundaria. La evaluación primaria se refiere a lo que está en juego en un acontecimiento concreto: ¿Qué significa para mí lo que está sucediendo? ¿Me puede beneficiar o perjudicar? ¿Me resulta indiferente? ¿Va a cambiar algo ahora mismo, o en el futuro? ¿Es seguro que va a pasar algo o tan solo es una posibilidad? Dependiendo de las respuestas a estas preguntas, podemos clasificar un acontecimiento como:

  • Irrelevante: cuando no cambia nada del entorno, cuando es lo acostumbrado, ya sea algo agradable o desagradable, pero con lo que estoy familiarizado.
  • Benigno: cuando se consigue algo deseable, como recibir un regalo o sacarse la lotería.
  • Pérdida o Daño: Cuando ha sucedido algo que nos daña en lo biológico, lo psicológico o lo social. Puede ser la pérdida de dinero, autoestima o un vínculo interpersonal.
  • Amenaza: cuando algo desagradable, dañino o no deseado puede suceder en el futuro.
  • Reto: Cuando algo bueno, provechoso o agradable puede suceder en el futuro siempre y cuando uno mismo sea capaz de conseguirlo. La diferencia entre un reto y un hecho benigno es que éste último se ha obtenido sin ninguna condición, mientras que el reto es algo que se puede eventualmente obtener o no.

   La evaluación secundaria, por otra parte, se refiere a las opciones y posibilidades de manejar afrontar y superar el acontecimiento evaluado como estresante: ¿Qué puedo hacer, si es que puedo hacer algo ante este problema? Y en caso de que se pueda afrontar la situación: ¿Seré capaz de hacerlo? Bandura (1986) propone los conceptos de: Expectativa de resultados, que es la creencia en que una determinada forma de actuar puede producir un determinado efecto, en este caso, resolver la situación estresante; y la Expectativa de autoeficacia, es decir, la creencia que tiene una persona sobre su capacidad para realizar la acción.

   Se ha demostrado que ante una crisis la evaluación cognitiva determina los estados emocionales que se producen. Para Lazarus (1991) la ansiedad sería el resultado de apreciar una amenaza con incertidumbre; la ira, una ofensa hacia uno mismo o el grupo de referencia; la tristeza, una pérdida irreparable; la felicidad, el avance hacia la consecución de un objetivo; la esperanza, temer lo peor pero esperar lo mejor; y la culpa y la vergüenza, haber transgredido una norma moral o un patrón socialmente aceptado.

   La evaluación cognitiva (primaria y secundaria) es también el origen de la elección de la estrategia de afrontamiento con que se intentará sortear la crisis en cuestión, si bien esta elección también depende de los recursos efectivos disponibles y de las restricciones que una persona asume en ese momento. 

   Las posibles estrategias para afrontar una crisis son muchas y muy variables y dependen tanto de la situación como del individuo, pero fundamentalmente hay tres tipos diferentes de afrontamiento (Folkman y Moskowits, 2003):

  • Afrontamiento centrado en el problema: Comprende las acciones cuyo objetivo es modificar la situación crítica actuando sobre el entorno o sobre uno mismo. Desarrollar un afrontamiento activo puede ser formular un Plan de Acción, enfrentarse a algo o a alguien, intentar auto controlarse, aumentar el esfuerzo, buscar ayuda, etc. 
  • Afrontamiento centrado en las emociones: Implica reducir la incomodidad o sufrimiento provocado por la situación y no tanto cambiar la propia situación. Puede incluir intentar no pensar en la situación, evitarla, intentar relajarse, hacer otras actividades para distraerse, etc.
  • Afrontamiento centrado en el significado: Consiste en reinterpretar la situación contemplándola desde otro punto de vista, por ejemplo, rescatando las partes positivas de una situación negativa, etc. En este caso no se cambia la situación adversa ni se intenta controlar o cambiar la emoción; lo que cambia es la manera en la que uno evalúa y se sitúa frente a la situación, es decir, se cambia la perspectiva, las metas, etc.

   Desde este modelo conceptual se considera el afrontamiento de la situación estresante como un proceso en marcha, siempre evolucionando, con matices, giros y correcciones. A medida que se desarrolla el proceso de afrontamiento, se pueden ir modificando las evaluaciones primaria y secundaria, lo que se denomina reevaluación. Por otra parte, las evaluaciones y emociones resultantes no son excluyentes y se pueden combinar o alternar a lo largo del tiempo, al igual que las estrategias de afrontamiento mismas.

RECURSOS PERSONALES ANTE LA ADVERSIDAD: LA COMPETENCIA PERSONAL PERCIBIDA

   ¿De qué depende que la gente afronte la adversidad centrándose en lo positivo o en lo negativo? Hemos visto que depende más de cómo se evalúa la adversidad que de la gravedad de ésta. Entonces debe existir algún tipo de predisposición o de habilidad para ver las adversidades de otro modo y poder afrontarlas positivamente. El concepto de competencia percibida puede ser especialmente útil para explicar por qué una persona se adapta bien a situaciones de estrés y minimiza su impacto en la salud mientras que otras no.

   La competencia personal percibida (Wallston, 1992), o más sencillamente la competencia percibida, es una creencia general sobre el grado en que uno mismo es capaz de conseguir aquellas metas u objetivos deseados. Las personas con competencia percibida alta creen que, en general, son capaces de ir superando las dificultades de la vida de forma razonablemente satisfactoria. Una competencia personal alta (incluso cuando no sea del todo

realista podría ser una creencia que facilite la formación de expectativas de autoeficacia altas y el desarrollo de evaluaciones positivas y de estrategias de afrontamiento activas especialmente cuando las personas están en situaciones nuevas en las que no tienen experiencia personal directa.

CONCLUSIONES

   Por lo que se ha expuesto hasta aquí, no existe una barrera insalvable entre las personas que sufren ante la adversidad y las personas que mantienen su bienestar. La percepción de la competencia personal, la capacidad para ver retos en lugar de amenazas y la habilidad para desarrollar un afrontamiento activo ante las adversidades pueden ser entrenadas y mejoradas con objeto de preparar a las personas a mantener un estado emocional positivo pase lo que pase a su alrededor.

Camilo Sabag

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